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Fredy González

Colombia
26 de agosto de 2024 por
Fredy González
fundacioncantemos@gmail.com
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MUÑECAS CIEGAS

 

Ella abrió la puerta. En nuestros ojos encontró los signos de la tragedia

Nos hizo seguir. Dispuso las camillas, y preparó el instrumental mientras ordenábamos, una a una, las siete muñecas ciegas que habíamos rescatado.

Con delicadeza les limpió el barro y las heridas. Ellas no se quejaban ni lloraban como si también se les hubiera secado el alma.

Aquel aire impregnado de isodine y alcohol…era más agradable que el putrefacto de afuera.

Helena acababa de colocarle los ojos a la primera muñeca. De repente, un llanto interrumpió el silencio de aquella sala.

 

UN POETA HA MUERTO

El poeta ha muerto. En la calle se rumora que su asesino fue el mismo que mató a Gaitán, Pardo Leal a Pizarro y a otros.  Las calles embarradas de lodo amarillo reflejan los rayos del sol de los venados.  

Era un poeta que utilizaba los anales de la ciudad para hacer negocio con la literatura-decían.

En las carnicerías de la ciudad envolvían la carne sanguinolenta con las hojas de sus libros.

Leía sus poemas en las plazas de mercado, en cafeterías donde iban colegialas y en algunos lugares clandestinos.

La policía lo detuvo porque estaba loco y porque sus poemas hablaban del fin del mundo y de la usura y de la miseria de los pobres.

De comunista y revoltoso, lo acusaron.

En la cervecería se corrió la voz de la sevicia del asesino: lo mató de un sólo tiro, sin hacer gestos ni correr.

Ese escritor no era cómodo para los fines de alguien.

Había que borrarlo de la faz de la tierra.

Por decreto lo acompañarían a su funeral aves de rapiña y perros hambrientos y dos o tres amigos que se creían poetas como él.

Sólo así se garantizaba el escarnio público para un país de mierda que se la pasaba las tardes viendo los dramas de la “Rosa de Guadalupe”.

Había que matarlo porque sus versos merodeaban en los epitafios de los cementerios y algunos poetastros los repetían en los semáforos y en las noches de amor, se los decían al oído a salas mujeres casadas de quienes eran sus amantes.

Las prostitutas del barrio Santafé no le cobraban sus favores o si lo hacían era intercambiando servicios por versos dichos al oído.

Las señoras de bien nunca confesaron que se sabían sus versos de memoria y que así le eran infieles a sus maridos.

Las esposas de los embajadores y las esposas de los ministros nunca confesarían que habían amado recordando sus poemas eróticos.

Sus hijos no lloraron su muerte ni acompañaron su féretro al cementerio porque tenían la certeza que, en su ataúd, sus palabras florecerían hasta conformar un jardín.

 

INRI

Su rostro a rayas es una llaga.

Su cabeza está coronada de clavos.

Un gesto cubre su cuerpo desnudo

Su mirada: suave, clemente, salvaje, perdida.

Sus pestañas saludan la tibieza de un rayo de sol.

Sus manos se aferran al frío.

 

La voz de la turba repiquetea.

Sus risas son hienas que carcomen.

Huelen a ebriedad y éxtasis.  

Piden víctima y fiesta.

 

Algunos dedos escriben palabras inciertas en el polvo.

Los gritos de la multitud piden cadalso…

Las ratas lamen sus venas.

Ríen: sus dientes son cuchillos.

Saben que vamos al precipicio:

aun así, corean la muerte.

 

Sus alaridos repiquetean en mi cabeza.

 

Abro los cerrojos y lo llevo a cuestas:

colibrí nocturno de alas cerradas.

 

Limpio sus llagas…

 

Alguien recoge un letrero que dice “INRI".

La turba ebria no escucha el último canto del gallo.

Le quito la camisa y las botas de caucho,

 Limpio sus heridas del rostro y del costado,

lo disfrazo como otro más de la turba 

 

Y huimos.

 

VERTIGO

Un depredador habita la tierra.

El mundo es desquiciado.

El planeta gime:

incendios, terremotos, hambrunas, más hambre

Locos con poder.

Tontos que babean ante las pantallas.

Yo consumo

Tu consumes

Todos consumimos.

Muñecos con bocas de hipopótamos.

Codiciosos con barrigas infladas,

Jóvenes millonarios a los 20: Ferraris y prostitutas.

Tierra poblada por Tiresias ciegos, sordos y mudos.

Ya Edipo no se arranca los ojos.

 Antígona no llora sus muertos.

No sirven los tapones de cera:

Las sirenas de la publicidad nos sedujeron.

Este mundo va a prisa por un despeñadero.

Un tobogán hacia la extinción

Nadie pone freno.

Nadie saca la cabeza.

Que viva el vértigo.


RESEÑA


FREDY GONZÁLEZ

Fredy Oswaldo González, maestro en artes escénicas, Licenciado en español y literatura, Magíster en Literatura de la Universidad Javeriana y Magíster en Estudios Artísticos de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Docente, director de teatro, dramaturgo, poeta, performers e investigador-creador de nuevas escrituras.  Ha tomado talleres de poesía con los poetas Juan Manuel Roca, Manuel Pachón y escritores como Sanchis Sinisterra,  Iván Darío Alvarez, Mario Mendoza. Ha escrito cinco libros inéditos de poesía: "Coquito", "Estampas", "Música en postales", "Muñecas ciegas" y "Abismo y cielo".

Entre otras publicaciones de carácter literario están "El arte teatral en la Escuela" de "editorial Magisterio (2003) y "El bufón y el el maestro idiota" de la Universidad Distrital (2013). “Cuidar” de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas (2022) y “Accionares” de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas (2024).


Fredy González
fundacioncantemos@gmail.com 26 de agosto de 2024
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