ANCESTRO GRILLO
Vidente de sonidos
el niño sin luz
corea el canto húmedo del grillo.
Cri Cri entona el abuelo
Cri Cri – Cri Cri
tararea el pequeño.
Profético himno resuena
en las paredes
del retoño humano
despojándolo de su muerta corteza.
La savia que ahora
le recorre,
despierta frondosas intuiciones.
El niño grillo;
conectado a los ritmos de la tierra
habla con el rumor de la lluvia
y salta
al unísono con las estrellas.
ZONA HADAL
Invisible y profunda
sus aguas sólo se encienden
a la vista de quién se atreve
a bucear su oscuridad
SUNDAY
Cosecha de sol,
nubosas percepciones,
arrastro conmigo ganas
de contemplar el tiempo
sin prisa.
Amarrado
dejo aliento
a la cabellera
de mi madre.
Me embarco
en el deber de los días;
132 km después,
sólo queda la carcasa
que habito.
VIENTRE MATERNO
Tierra santa,
portal de mundos.
acuosa cocina de la vida,
en ti saboreo palabras de mi madre
y recorro su rostro soleado y dulce.
Dos llamas gemelas en un mismo hogar;
una se extingue.
El silencio abisal de su ausencia trastoca mi propio latido.
Crueles meses faltan para ser flor.
Vientre,
¿dónde se bifurcaron nuestros caminos?
Ella, semilla en campos etéreos.
Yo, simple mortal.
Ignora nuestra madre
tu existencia.
Antes de la luz,
dibujo con tizas de colores
el puente que nos reúna aquí,
en días de suicida soledad.
ESTRELLA EN CONVULSION
Un destellante reflejo atraviesa mis ventanas,
el sol danza sobre el agua.
Me alarga su mano,
cruzo el umbral.
Traspasa enmarañadas redes de mi memoria.
Estrella en convulsión,
mi piel abrasada se adhiere
al último suspiro de lluvia.
Maestro Juan Manuel Roca APRENDIZ: Tathiana Pinto
EJERCICIO 3:
CUMULONIMBUS
La vida pesa ciclones,
sólo queda llorar.
DÍA LLUVIOSO
El mundo es gris
salvo bajo tu piel.
NATURALEZA MUERTA
Mar había sido puesta en exhibición en un elegante salón de arte. Los asistentes se
mostraban maravillados con los tonos iridiscentes que el artista había logrado bajo ese
enigmático fondo negro. Se especulaba sobre la maestría y creatividad del artista para
mezclar elementos y trazos sobre aquel lienzo.
Años antes, este cuerpo de agua y sal había lucido brillante, cristalino, coloreado en
degradé de azules a verdes. En ella habitaban ecosistemas enteros de gran belleza, sus
profundidades llenas de mundos aún no explorados. En ocasiones, Mar entraba en
tormenta, pero aún en esta, renovaba sus aguas y fuerzas para seguir siendo hogar.
Algunos humanos solían venir a nadar en ella, disfrutar de sus paisajes e irse en calma.
Hasta que un día, uno comenzó a venir con regularidad: primero contemplando, luego
nadando, hasta llegar a bucear en sus subterráneas aguas. En ellas encontró un pozo
petrolífero e inició invadiéndola con ondas sonoras, que en un principio le parecieron
mantras a ella, por lo que no opuso resistencia. Luego se transformaron en la ruta para
penetrarla, compungirla, hacerla desbordar. Sus aguas se tiñeron de oscuridad y todo fue
muerte allí dentro. En la superficie, tonos de púrpura, verde y azul, brillaban al sol como
un arcoíris infectado. La fragancia de Mar, habitualmente salada y fresca, fue
reemplazada por ese hedor punzante que irrita las fosas nasales y deja un regusto
amargo en la boca. El olor penetrante y desagradable, una combinación de alquitrán,
químicos y gasolina. Las manchas se adhirieron a todo lo que tocaban, recubriendo la
fauna y flora marina con una capa pegajosa, oleosa que impedía la respiración y el
movimiento. Los pájaros, cubiertos de esta sustancia, luchaban por alzar el vuelo,
mientras que los peces y otras criaturas acuáticas se debatían en el agua contaminada,
en una lucha silenciosa y desesperada por sobrevivir.
Él, la vio desde fuera y vio caer los pájaros y morir los peces y le pareció bien. Vio
desaparecer la trasparencia, la ligereza de Mar y le pareció bien. Vio las costas llenas de
cadáveres y le pareció aún mejor. El frágil equilibrio roto era para él una obra maestra,
una clase de imagen abstracta, misteriosa, esa clase de obra indescifrable que debía ser
admirada.
El hombre tomó una muestra de aquella devastación, con cuidado impregnó la tela de lino
con el oleoso líquido y al retirarla quedó grabada la huella del vientre muerto de Mar. La
extendió firmemente, engrapó y le colocó un marco de cristal. Su obra
Tathiana Pinto, Sogamoso Boyacá. Docente de idiomas, poeta, bailarina de danza contemporánea inclusiva e integradora. Estudiante de la escuela ARTBOL. Investigadora de cuerpo- territorio en “Mujer Muisca” y en “Mundos Paralelos” astronomía- danza y escritura creativa. Integrante de la fundación Verso Vivo. Directora del taller de poesía performatica Boyacá- Santander-Red Relata 2021. Entre sus últimas publicaciones están La Mochila infinita (revista antológica) y su libro “Genealogía de un cuerpo Danzante” (poesía y prosa poética)