El libro
El pico del pájaro azul
taladra desde las tres de la tarde en mi ojo.
Extiende sus plumas anunciando la venganza
chilla un poco, como tallando la herida en un árbol.
Sentada desde la oscuridad espero con la paciencia de Penélope
a que el ave se canse;
pero no lo hace, sigue perforando, aunque ya ha sacado gran parte del órgano.
No lo detengo.
Hace tiempo tale su hogar para convertirlo en un primitivo libro de poemas que hoy
reposa empolvado en alguna biblioteca.
Los ojos en la herida
Los visitantes detienen su mirada en la herida,
observan con terror;
suspendidos como hienas escudriñan en el olor a sangre.
Tocan con sus dedos esperando un grito.
Estoy detrás de la herida, pero no me ven.
Para los huéspedes soy la herida;
si acaso van más lejos,
puede que resista como una planta en la sombra,
pero la piel amoratada llama más la atención.
Otros observadores
menos acostumbrados al rostro quebrado
se tensan y miran de reojo
mientras sacuden su nariz,
la sangre ha empezado a esparcirse
y se va quedando impregnada en las corbatas, en los vestidos, en los zapatos de quienes
vigilan la herida.
Pero los que me miran siguen pensando que eso soy.
La herida ha borrado mi nombre
el color de mi vestido, el rubor de mis mejillas.
Estoy detrás del número de habitación
de la receta de pastillas,
del retrato borroso que nadie mira, ni siquiera yo.
Empiezo a desaparecer;
las manos primero
el corazón luego
me han bautizado con mi dolor
soy las iniciales de una enfermedad
de un mal que se agudiza.
En el espejo se reflejan mis síntomas
mi rostro es una costra y ya no soy yo.
Los visitantes llegan cada tarde para contemplar la miseria,
pero no me encuentran
he pasado tanto tiempo en cama que soy la sábana blanca
la cortina blanca
la pared blanca;
una simbiosis con el vacío.
Todos llegan a mirar la herida.
Escépticos
Nadie entiende el dolor de la punzada en el ojo ajeno
yo no recibí un milagro para apaciguar el sufrimiento
y aún no han pasado los días más sombríos.
Ya no encuentro respuesta en un sueño, ni en una premonición.
El aleteo del colibrí o la caída de una pluma desde cielo
solo se ajustan a las leyes más simples de la física.
He tirado las máscaras al fuego en un último intento para alimentar mi fe.
Tengo un camino quebrado, una mano adolorida, un espada rota.
La guerra con dios ha terminado y he perdido.
JOHANNA MARCELA ROZO ENCISO
Johanna Marcela Rozo Enciso. Normalista Superior. Licenciada en Humanidades y Lengua
Castellana. Especialista en Pedagogía de la Lengua y la Literatura. Contadora Pública. Gestora cultural. Productora y locutora de programas radiales. Obtuvo cuatro premios del Ministerio de Cultura y Fundalectura por la Tertulia Literaria El Túnel, en el 2004, 2005 y 2006. Segundo puesto en la categoría de poesía en el V CONCURSO LITERARIO BONAVENTURIANO DE POESÍA Y CUENTO, CALI 2009. Mención de honor en el X CONCURSO LITERARIO BONAVENTURIANO DE POESÍA Y CUENTO, CALI 2014. Mención de honor en el Concurso de Poesía y Cuento Relata 2014. y así pudiera curarse las miradas atentas no la dejarían cicatrizar.